El Mal de ojo es una creencia popular que sostiene que una persona puede causar un daño a otra con solo mirarla de forma penetrante, puede generarse por envidia o por admiración, y no siempre tiene mala intención. El afectado expresa esta condición a través de un malestar físico que parece no tener origen orgánico. Este tipo de males se agrupa junto a otras enfermedades de origen y cura similar, como el empacho, el susto o los malos vientos. Para no ser “ojeado” se recomienda llevar amuletos para ahuyentar los malos espíritus: un ojo de cristal azul o un lazo rojo atado en la muñeca cumplirían tales fines. Para curarlo, se suele limpiar a los recién nacidos con ruda o huevos, y friccionar a los dolientes con aceites, oraciones y signos de la cruz. Muchos pueblos originarios, además de recurrir a la medicina ancestral, han ideado sus propias formas simbólicas de combatirlo: sacan la lengua —como un gesto de fiereza y desafío, burla y desdén, seducción o picardía— conjurando e invirtiendo dicha amenaza.