
Alétheia lethé
No es, todavía, un esquema disparador que hemos utilizado en espacios de pensamiento colectivo, pero nos prefiguramos que tiene mucho potencial para ser un gran motivador a la hora de crear relatos-relaciones.
El tatú carreta es el más grande de los armadillos vivos, también conocido como “tatú guazú” en guaraní, “cuspa” en quichua, “etopinic laté” en mocoví. Tiene extremidades musculosas y uñas potentes que le permiten cavar en suelo firme para armar su madriguera, y el olfato es su sentido más desarrollado. Su caparazón está formado por piezas con movilidad suficiente para transformarse en una masa redonda y acorazada. Este movimiento de cerrar-abrir nos recuerda a los vocablos griegos Lethé y Alétheia, y su relación con el saber. Mientras que Lethé significa “olvido”, “falta de memoria” o “encubrimiento”; Alétheia es traducida como “verdad” o “des-ocultamiento”: es la revelación de lo olvidado o de lo desconocido, de aquello que está manifiesto, es evidente o aparece. Producimos verdades, formas de acercamiento a la interpretación de la realidad, a partir del recuerdo, desocultando algo olvidado, mostrando lo invisibilizado, y en un proceso de construcción de conocimiento impulsado en el encuentro con otras voces. Nos movemos entre la memoria y el olvido, sin verdades únicas ni a cielo abierto. Algunas, se igualan a la palabra, otras, pasan directamente por el cuerpo sin mediación racional.